Y si no te quedan motivos para querer volver
pues te los inventas.

Porque así es la vida y no puedes cambiarla.

sábado, 18 de agosto de 2012

2.- Ojos Marrones.


Entonces él la miro, y se dio cuenta de que esos enormes ojos marrones escondidos detrás de dos cristales; estaban llenos de dolor, de un vació que jamás podría ser explicado con palabras. Esa chica estaba ahí por algo más grande que él, estaba ahí porque nadie la juzgaba, ni trataba de hacerla cambiar.

Ella le miro, con curiosidad. Como si él supiese que era lo que pasaba por su cabeza. Y de cierto modo lo sabía, ella podía ver en su mirada que él no creía que ella estaba loca. Ella podía ver la comprensión, sin embargo también veía su miedo. El miedo de acercarse a alguien como ella y darse cuenta de que sus suposiciones eran falsas.
Ella ya sabía bien como era ilusionarse y desilusionarse tan rápido que te mareabas; ya estaba acostumbrada.
Pero él no lo sabía, no sabía cuantas veces había sido herida, no conocida su historia... Ni las horribles cosas que le habían hecho y que ella había hecho, él no tenía que saberlo, no hacía falta que supiese la verdad.
Ella se había jurado a si misma jamás decir sus secretos. Sin importar cuanto confiase o cuanto amase, nadie sabría la verdad sobre su vida. Siempre creerían lo que veían, porque ella sabía como hacerles creer lo feliz que -no- era. Nadie miraba más allá de la superficie de su sonrisa, así que nadie lo notaría. Pero él lo noto, él pudo ver su dolor. Y por primera vez en muchos años se sintió vulnerable porque él parecía saber todos sus secretos sin conocerla.

Pero él no necesitaba saber por que sus ojos no brillaban, ni porque parecía que llevaba llorando años en vez de horas. A él no le importaba que es lo que había causado ese dolor, tan solo le importaba aliviarlo. Porque ella se veía sola, como una niña perdida. Y él quería encontrarla, quería ir y decirle: "Ya no tienes que estar sola nunca más"
Pero no quería asustarla, así que siguió con la mirada fija en aquella chica que se sentaba solitaria a escuchar la música que llenaba el lugar.

Ella siguió ahí sentada, perdida entre los miles de pensamientos que invadían su cabeza, el pasado que la atormentaba seguía rondando sus pensamientos haciéndola llorar. Pero realmente no era eso lo que le interesaba, sino que nadie parecía notar que cada vez que oía una canción o veía algo que se lo recordase sus ojos se llenaban de lágrimas y un nudo se formaba en su garganta.
Pues aunque fuese su culpa que el pasado doliese, deseaba que alguien la abrazara y la dejara llorar. Ya estaba cansada de no llorar.

Él siguió mirándola, sin vergüenza, ella había bajado esos maravillosos ojos hacía la mesa, impidiendo que el se perdiera en su alma. Porque él había notado desde el primer momento que ella tenía unos hermosos ojos marrones, de esos que son ignorados hasta que un día alguien decide fijarse en ellos para no olvidarlos.

Y ella; ella había visto esa mirada muchas veces antes, pero no quería indagar más sobre eso, quería sentarse y llorar una eternidad. Ya no hacía falta que alguien estuviese con ella en ese momento, tenía las canciones, las canciones que se unían a sus recuerdos ayudandole a llorar y a olvidar. Al menos durante su estadía ahí, lloraría sus recuerdos hasta quedar saciada.

Y él; él esperaría el momento en que pudiera abrazarla para nunca tener que dejarla ir.

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